
19 Jun Como conseguí evitar los prejuicios del placer
Fue la mejor decisión que tomé. Una mañana cogí me coche y fui rumbo a esa playa nudista, en medio de arena fina, árboles frondosos y olor a mar suave.
Dos o tres personas en medio del aquel oasis morboso, cálido y excitante.
Coloqué mi toalla en la arena, y con sumo nerviosismo empecé a quitarme la ropa de forma sensual, sintiendo el despego de la ropa sobre mi piel y
emocionándome ante la sensación de libertad absoluta.
Me senté en la toalla divisando el horizonte. Acomodé mi postura para meditar en frente de aquella soledad excitante. Al cruzar las piernas, mi vagina se abrió y sentí como la brisa del mar penetraba en ella al ritmo de mi respiración profunda. Mis pechos se erizaron. La sensación de bienestar, de placer y de conocimiento profundo de mi cuerpo fue brutal. Nunca antes había sentido tal sensación de exorcismo placentero.
Cuando abrí los ojos, me encontré frente a mí una sombra. Un hombre desnudo, con su parte más íntima al nivel de mis ojos. Sí era un tío que me estaba observando, ¿cuánto tiempo llevaría allí? Intuí que buscaba lo mismo que yo: sentir la libertad más absoluta del cuerpo y la mente.
Se acercó, no lo había visto antes, pero no fue necesario. Me miró, le miré y
con los ojos nos hablamos. Mi vagina estaba mojada por las sensaciones vibrantes que sentí con la brisa del mar penetrando en mí. Y él lo sabía. De pronto sus dedos estaban dentro de mí, su palma de la mano sobre mi vagina exterior. Fue el éxtasis, la culminación del calor que sentía.
Me dejé llevar, hasta que yo tomé su pene con mi mano para acercarla a mi
boca y comenzar la lujuria en medio de un lugar solitario, bajos los rayos del sol…. y con un desconocido. Más interesante lo hacía aún. De espaldas a él, me introdujo su pene por el culo, mientras sus dedos jugueteaban dentro de mi vagina. Lujuria y locura. Mi cuerpo estaba a punto de explotar por dentro, no podía sentir más, sólo chillar de placer y felicidad.
Fui a aquel lugar silencioso y desnudo en busca de paz interior. La sorpresa que me esperaba la caliente arena, fue un conocimiento más intenso de mi cuerpo, de lo que podemos sentir y del placer del que nadie debe quedar ajeno.
KILOMÉTRICA
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