
26 Abr Línea 1
Madrid 06:30 de la mañana. Metros atestados de gente que va y viene. Hora punta en el transporte público y quioscos de café aquí y allá para energizar a las mentes que aún están con las sábanas pegadas.
Ella se pone en la fila de su quiosco favorito. Esos pequeños stands dentro del metro que a más de uno le salvan la vida. Delante un hombre, no demasiado alto, calvo, con barba, pendiente. Cree que puede ser su tipo, lleva unos cascos grandes pero no distingue la música que escuche. Definitivamente, le gusta. Tiene un buen culo, piernas fuertes y no es uno de esos pijos encorbatados con los que ella está acostumbrada a tratar en su oficina.
“Un café con leche y un croissant”, pide él.
Ella se acerca por detrás, le toca el hombro y le dice, “vivo a solo dos paradas de metro, tengo café recién hecho y te aseguro que podrías comer algo mejor que un croissant”.
El la mira, sonríe y dice, “no sé si vas de farol pero acepto”.
Dos eternas paradas les separan de su cama, aún caliente, como sus bragas, como su escote. Charlan de banalidades y a ambos se les escapa la sonrisa pícara y cómplice de quien no se conoce.
El ascensor ya se convierte en terreno de guerra. El acaricia sus pezones que cobran vida propia y luchan por salir de ese sujetador tan “friki” que se ha puesto hoy. La humedad de su entrepierna tiene medio ahogado al perro snoopy.
Al llegar y mientras se besan, ella se baja los pantalones y él comienza a mordisquear con cuidado y pasión su planta baja. Realmente había algo más tierno y jugoso que el croissant en el desayuno. Aparta ese cómic que ella lleva por ropa interior y desliza su lengua entre el vello y el mar Egeo que hay entre sus piernas, para llegar al cabo de Sunión.
Una señora mal encarada le dice “niña, te toca” … y ella se acerca a la barra y pide un cortado con poca leche.
Ha perdido de vista al hombre de los cascos. Algún día, algún día se atreverá a viajar a la península griega.
“Nota mental, he de tomar más el metro para ir a trabajar.”
Linra Martel
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